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Un cura en la guerrilla: Camilo Torres. Asumir la revolución como única solución.

Sacerdote y combatiente de la guerrilla, dos facetas que para muchos podrían parecer contradictorias pero que no lo fueron para Camilo Torres ni para todos los cristianos que fueron inspirados por él y por la necesidad de la revolución como arma para trasformar la realidad de los pobres del mundo. La vida de Camilo Torres es el testimonio de un hombre que comprendió que no bastaba la caridad ni la mera exhortación moral para abrazar al prójimo, sino que era necesario trabajar de la mano con los pobres y transformar sus condiciones materiales con todas las herramientas, puesto que en aquella decisión se encuentra el verdadero amor por el bienestar de los semejantes.

Camilo nació en Bogotá en 1929 y tuvo una infancia acomodada dentro de la oligarquía colombiana. Ingresó primeramente a estudiar Derecho en la Universidad Nacional (1947), donde comenzó a relacionarse con predicadores domínicos, quienes en esos años comenzaban divulgar las ideas de un cristianismo social que comenzaría calar hondo en las inquietudes de Camilo. También hizo amistad con otros personajes, como Gabriel García Marquez, con quien publicaba una revista llamada La Razón, fruto de largas horas de discutir sobre política y literatura. Apenas cursado un semestre, Camilo abandonó la carrera, y en un acto de profunda vocación, terminó con su novia, enfrentó la negativa de su familia y comenzó una vida sacerdotal. Sus años en el Seminario los dedicó al estudio de las escrituras, pero también al estudio social, buscando encontrar una conexión entre ambos.

Sus inquietudes sociales dirigieron su vida a que en 1954 se matriculara en la carrera de Sociología de la Universidad Católica de Lovaina, en Bélgica, donde se vería influenciado por corrientes vinculadas al sindicalismo cristiano, pudiendo abrazar sus creencias con las ideas de una sociedad libre de opresión. Egresó en 1958 con una tesis llamada “Una aproximación estadística a la realidad socioeconómica de Bogota”, y que sería publicada años más tarde como “La proletarización de Bogotá”.

Su vida a partir de ese momento lo llevaría por distintos lugares de Europa, constantemente discutiendo y aprendiendo de intelectuales que alimentaban su espíritu transformador. Al volver a volver a Colombia (1959) formó parte de la fundación de la Facultad de Sociología de la Universidad Nacional, siendo la primera de todo América Latina. Esto generó gran revuelo en un país que se dividía cada vez más por conflictos sociales, pero Camilo defendió el gran aporte de esta ciencia social para Colombia y el resto del continente, en especial por su capacidad de interpretar la realidad social y construir una visión objetiva para transformarla, insistiendo en que la Universidad cumpliera su rol de desarrollar conocimiento y divulgarlo, sin rehuir de los acontecimientos del contexto, como lo eran en ese momento la reforma agraria, el impacto del imperialismo, la crisis política y las vías revolucionarias que se comenzaban a manifestar dentro del país-

En la misma universidad sirvió como capellán, donde logró generar un estrecho vínculo con los estudiantes que asistían a sus misas, lugar que le permitió debatir y reflexionar sobre las ideas de izquierda con los alumnos, ideas que en un comienzo no compartía del todo, pero que poco a poco fueron haciéndose parte de su conciencia debido a la realidad que poco a poco le iba golpeando en el rostro.

Su trabajo social y teológico, en conjunción con su vínculo constante con los movimientos sociales y los sectores más populares de Colombia, desarrollaron su conciencia y lo llevaron a pregonar la idea de que el cristianismo era incompatible con la neutralidad política, y que el amor al prójimo debe necesariamente convertirse en luchar decididamente contra los enemigos del pueblo.

Inevitablemente, la praxis entre su conocimiento sociológico y su trabajo junto a los sectores populares llevó a que fundara el Frente Unido del Pueblo en 1965, como una plataforma de lucha social amplia, que reunía a distintos sectores y partidos de la izquierda para posicionarse y movilizar al pueblo contra la élite terrateniente y burguesa de Colombia, ya asumía que la lucha por el socialismo era el único objetivo para cumplir su vocación social y religiosa. Pese a los esfuerzos de levantar esta alternativa y su política de masas, la represión estatal y la falta de cohesión entre los distintos sectores que conformaban al Frente, llevó a Camilo a concluir que la vía trazada, que contemplaba una vía electoral para una transformación pacífica de la sociedad era incoherente con la urgencia y necesidad de la clase popular, dado que la oligarquía colombiana había demostrado que jamás se podría realizar ningún cambio estructural sin que lo impidieran por medio de la fuerza.

Aquella verdad llevó a Camilo Torres a reconocer que no había otra alternativa posible más que la de la lucha revolucionaria, y convencido de que defenderse y defender los ideales populares implicaba asumir una entrega total, optó por la lucha armada, viendo en ella una vía necesaria para que el pueblo pudiese cambiar el curso de su propia historia, tal como lo habían demostrado pocos años antes los combatientes que luego de años de lucha entraron triunfantes a La Habana para tomar el poder y ponerlo en manos del pueblo cubano. Es así como en 1966 abandona el sacerdocio y se hace militante del aún incipiente Ejército de Liberación Nacional, con quienes había logrado generar un contacto previo en la universidad y quienes lo consideraban un gran aliado que lograría vincular la lucha guerrillera con la lucha de los sectores urbanos.

Camilo fue presentado como el compañero “Argemiro”, quien desde ese momento comenzaba su vida clandestina en la guerrilla tras convertirse en un objetivo militar del enemigo debido a sus actividades previas de agitador y organizador de masas, a partir de su liderazgo en el Frente Unido del Pueblo. En noviembre inició su entrenamiento en combate, cambiando la sotana por las armas, pero también sirviendo como profesor de matemática, geografía y español para aquellos guerrilleros campesinos analfabetos.

La historia relata que Camilo fue abatido mientras combatía con tropas del Ejército Nacional de Colombia el 15 de febrero de 1966, a”. En esta proclama él concluía:

La lucha del pueblo se debe volver una lucha nacional. Ya hemos comenzado, porque la jornada es larga.penas cuatro meses después de haberse unido al ELN, convirtiéndose en una leyenda en Colombia y en toda Latinoamérica, inspirando a muchos cristianos a reconocer que la lucha por el socialismo es un deber ineludible si realmente se ama al pueblo. Poco antes de su partida se dirigió a los colombianos por medio de un volante que desde la clandestinidad fue distribuido y publicado en diversos medios de prensa, que se titulaba “Proclama para el Pueblo Colombiano

Colombianos: No dejemos de responder al llamado del pueblo y de la revolución.
Militantes del Frente Unido: Hagamos una realidad nuestras consignas:
¡Por la unidad de la clase popular, hasta la muerte!
¡Por la organización de la clase popular, hasta la muerte!
¡Por la toma del poder para la clase popular, hasta la muerte! Hasta la muerte, porque estamos decididos a ir hasta el final. Hasta la victoria, porque un pueblo desde qua se entrega hasta la muerte siampre logra la victoria.
Hasta la victoria final, con las consignas del EJERCITO DE LIBERACION NACIONAL.

Ni un paso atrás… ¡Liberación o muerte!