El llamado caso Hermosilla ha hecho revuelo en el escenario político nacional, manchando ahora de corrupción al poder judicial, pero esto no es ninguna novedad. Parece que cada semana se abre un nuevo caso de corrupción en Chile, lo que en los años 2000s se veía con relativa poca frecuencia, con casos como las acciones de LAN que involucraban a Piñera, o con sobornos que involucraban a empresarios pesqueros y el poder legislativo (caso Corpesca), ahora podemos verlo en casi la totalidad de las instituciones públicas y ya no parecen ser casos aislados. Robos y desfalcos multimillonarios en municipalidades, malversación de fondos públicos a través de fundaciones, millonarios desfalcos en las Fuerzas Armadas y en Carabineros, estafas y evasiones de impuestos multimillonarias, coimas, cohecho y tráfico de influencias entre grandes empresas y puestos políticos, son tan solo una pincelada de lo que en el último tiempo se ha visto en el país.
Pero la verdad es que esto siempre ha ocurrido, esa pillería que hay por detrás de la política y las grandes empresas lleva varias décadas gestándose en Chile, sin distinciones entre Derecha o Concertación, ya que el fin último no son proyectos políticos, sino que la acumulación a destajo. Ahí es donde están los abogados como Hermosilla (que trabajan tanto con la concertación como con la derecha), en las esferas de poder, en la mesa del empresario, ahí es donde ocurre la verdadera política de nuestro país, llena de tratos y acuerdos ocultos, llena de sucios favores y engaños. No es en las urnas donde se decide la política, como le han querido vender al pueblo durante décadas, lo que ocurre en cada elección no es más que un show, una ficción bien orquestada, que oculta el entramado de conexiones e intereses del empresariado y los políticos.
Así como la corrupción no es algo nuevo, tampoco es novedad el robo que vive la clase trabajadora hace siglos. Este desfalco es más grande que el de cualquier caso de corrupción, el robo de nuestro trabajo ocurre a diario, amparado por el modelo y defendido en leyes. Un negocio que queda impune, donde el gran empresario se lleva la inmensa ganancia del trabajo ajeno. Todo el robo del empresario, el modelo político y económico lo ampara.
El sistema en el que vivimos defiende por sobre todas las cosas la propiedad privada y la acumulación, dejando postergada a la humanidad en sí misma y al desarrollo de relaciones sociales. Este modelo basado en el mercado posee principios perversos que degradan a toda la población, el egoísmo, la apatía y el consumismo se transforman en ejes centrales de nuestra sociedad, aparece el robo como alternativa válida con tal de tener más, sin importar pasar por encima del otro, y de esto son especialistas los poderosos, quienes como ya dijimos, amparados por las leyes lo ejercen a diario, y cuando la ley les queda corta recurren a la corrupción. Esta crisis que trae consigo el sistema se propaga también entre la clase trabajadora, siendo los sectores más marginados quienes ven en el robo una forma de alcanzar el consumo, ignorando incluso si este robo es hecho hacia sus pares, desarrollando el delito en formas cada vez más inhumanas, como hemos visto, ya no tan solo a través del robo, sino que, con narcotráfico, venta de armas, extorsión, etc. Tanto el empresario corrupto como el delincuente marginal son hijos de un mismo modelo, un modelo perverso con la codicia y el aprovechamiento como regla.
Ahora la diferencia viene cuando hablamos de las sanciones que recibe cada uno, puesto que es bien sabido que los ricos terminan en cárceles exclusivas como Capitán Yáber o con clases de ética, mientras que los pobres terminan en la cárcel sin reinserción real.
Bajo el contexto de crisis política, no sería nada extraño que al igual que Hermosilla, ahora otros casos sí pasen por la cárcel, porque los políticos, si bien se ven en aprietos, no olvidan cómo defender su negocio. Saben que esto está en la mira y lo que se juega es su legitimidad, por tanto, tienen que mostrar un castigo hacia sociedad y limpiar su imagen. Sería un error pensar que esto es un cambio en el modelo y que la política se está limpiando verdaderamente, no estamos frente a nueva moral en los políticos.
Ante este sistema maloliente solo existe una alternativa para el conjunto de la sociedad: El desarrollo de una fuerza popular que exprese un nuevo sujeto, cuyos principios sea la humanidad y no la acumulación, que arrebate el poder y controle las instituciones. Sólo una fuerza popular que irrumpa y que confronte el corrupto andamiaje político será capaz de eliminar toda la putrefacción de las instituciones, ya que ninguna mesa de trabajo, ningún ente fiscalizador, ninguna nueva institución de transparencia, ningún protocolo, ni la Contraloría General de la República tienen la fuerza suficiente para hacerlo. Nada que venga desde el mismo modelo será capaz de frenar la ambición sin fin del empresario capitalista y sus empleados políticos; cualquier intento de acabar con la corrupción en la política no es más que un engaño para el pueblo, son manotazos de ahogado de la clase dominante por mantenerse en el poder y contener su propia decadencia.
¡Solo el pueblo organizado es capaz de acabar con la corrupción, porque solo el pueblo organizado es capaz de acabar con este injusto modelo y construir una nueva sociedad!