La Bancarrota de Boric y la continuidad de la crisis política.
Ni con todas las encuestas a la mano, la campaña poco atractiva del Apruebo y el ambiente de desaprobación que la Convención se encargó de alimentar, el Rechazo se imaginó que iba a asestar una “zapatería” de tal dimensión a los defensores de la propuesta constitucional. Para que decir en estos últimos, que si bien la preocupación ya se había tomado los salones de la Moneda y los comandos oficialistas, el temor era que la diferencia en una llegada estrecha de los resultados, fuera a favor del Rechazo.
El aplastante desenlace ya está en la mesa y los derrotados, más que buscar responsabilidades pequeñas a esta hora, se tienen que hacer cargo del desaguisado show que, tras el ególatra discurso vociferado hacia el mundo, terminaron mostrando un descomunal fracaso ante la mirada internacional.
Frente a esto, los desaciertos de Izkia Siches, Jackson y compañía, son bagatelas frente a la bancarrota del progresismo y del gobierno encabezado por Boric, lo que indudablemente responde a la voz del pueblo, que si bien ahora lo manifestó por medio de la vía electoral, hace tres años atrás, lo hizo encendiendo las calles.
Hay que poner atención a esto, pues alguien erradamente podría suponer una contradicción entre esta valoración y la opción que nosotros como organización política planteamos como lo más consciente, justo y consecuente con la historia y lucha del pueblo, era no acudir a votar y abstenerse de dar pábulo a la intención del sistema de relegitimarse, después del descrédito en que ha caído toda la elite política que conforman el arco de partidos, que desde el Apruebo y el Rechazo conminaron a la población chilena.
Claro está que 13 millones de electores, es un porcentaje donde se podrían haber revolcado de satisfacción, pero lo que ellos llaman “participación notable”, terminó ensombrecida por la abrumadora derrota, que no estaba en sus mentes, que además prolonga la incertidumbre y no cierra la crisis política que cargan.
Pero no podemos olvidar que en esa “participación notable”, no hay una voluntad pura. Hasta podemos pensar, que sin la amenaza de multas, seguramente la convocatoria a las urnas podría haber sido menor que las jornadas electorales precedentes; es más, incluso podría haber beneficiado a la opción Apruebo (en las recriminaciones que deben reinar estos días, más de alguno debe estar arrepentido de la idea del voto obligatorio).
Así todo, un par de millones de personas resistió la coerción del voto obligatorio y las multas. No se dejó convencer por todo esas “regalías” para invitarnos a votar: la movilización gratuita (que supone pagar subsidios a empresas del transporte); la facilidad de validar al votante casi con el “carnet de biblioteca”; tampoco exigir el pase de movilidad; una modificación al código del trabajo para asegurar que los choferes del transporte público “asistieran” al trabajo; el cambio de locales para acercar a los votantes a sus domicilios; colocar mesas en los recintos penitenciarios; y hasta postergando el cambio de hora por si afectaba la elección. Sin embargo, es indiscutible que el miedo a ser multado con un monto de más de 150 mil pesos, para cualquier poblador es lo más determinante; y al mismo tiempo, una grosera aberración frente a la situación económica que apremia al pueblo chileno en estos tiempos y una afrenta a la libertad de las personas.
Por tanto, ese 85 por ciento de “participación”, no es más que una estadística falsa, pues en su forma es forzada y en el fondo no es más que una representación engañosa del interés que el pueblo tiene sobre un proceso que sólo otorga provecho a clase política que administra y defiende un sistema injusto y desigual, que por ahora no ha podido destrabar su ilegitimidad.
No obstante, lo más relevante a poner en el plano del análisis, está en la línea de lo que hemos señalado permanentemente: ni el Apruebo ni el Rechazo, eran antagónicos dentro de la situación política que Chile está transitando. Ambos están circunscritos dentro del mismo proceso, por lo cual ningún resultado iba a transformar las condiciones y el destino de los trabajadores y el pueblo, pues de lo que se trata es restituir la gobernabilidad del Estado y la estabilidad social necesaria para mantener el orden económico conveniente a la acumulación capitalista de los grandes empresarios criollos y transnacionales. Esa es, en definitiva – y que nadie se engañe en ello –, la tarea de Boric y compañía.
Muy por el contrario, a lo que se nos quiere presentar como interpretación del abultado Rechazo, las claves de los resultados exceden lo obvio que implica para el progresismo, para el gobierno de Boric y la resolución de la extensa coyuntura que ha puesto de cabeza la situación nacional estos últimos años.
La seguidilla de hechos desde casi ya tres años, cada vez más confirman nuestra lectura. El origen del problema no estaba en el gobierno de Piñera (ni menos en su figura). Tampoco en Pinochet y su Constitución, ambos sepultados hace ya mucho tiempo. El imperativo de una Nueva Constitución, es sólo una necesidad para la normalización y encauce del sistema de dominación; preocupación que sólo le importa al poder político y económico, ya que cualquiera con un mínimo de memoria sabe que no fue demandada el 18 de Octubre, sino que impuesta por ese acuerdo desesperado de todos los sectores que se enfrentaron como rivales en el plebiscito, pero que aquella noche de noviembre del 2019, se mostraron muy amiguitos, apretaditos y acomodados ante una mesa, posando para las cámaras.
Las cosas no salieron como se esperaba. Leer el Rechazo sólo como la respuesta a la tarea de la Convención Constituyente es una reducción del análisis político. Pero claramente, lo que se pretendió imponer como conclusión, desde que los resultados fueron apareciendo la noche del 4 de septiembre, es que el “librito azul”, transformado en best seller autografiado por los personeros de gobierno, era lo único que se colocaba en cuestión, tal que lo que debiera suceder en adelante, es imprimir un “nuevo librito”, una segunda edición corregida, mejor consensuada, pero bien sabemos, con nada que diste mucho del corazón de una carta magna que está determinada por un sistema social, económico, político e ideológico que en el fondo comparten ambos contendores del plebiscito. Entonces, lo que vuelve a foja cero no es el plan de los poderosos, sino la parte de las negociaciones entre los partidos, donde los socialistas serán sin duda bisagra entre los grandes vencedores y los grandes perdedores de ese episodio particular que era el plebiscito de salida.
Nuevamente no nos equivocamos, en que la vieja alianza concertacionista (da lo mismo con otro nombre) no estaba muerta; los resultados fortalecen el bloque socialista, incluso podría oxigenar los sectores democratacristianos, para consumar su capacidad de incidencia e iniciativa en darle sostén político al poder, que ya han operado dando confianza al modelo estas últimas tres décadas. Y también, acertamos en las debilidades que ha arrastrado desde sus inicios esa camada auto identificada como nuevo progresismo, que emergió en los brazos de nuevas generaciones, pero que podemos decir coloquialmente, “se creyó el cuento”. El ascenso de esa vertiente, no es que venga arrastrando con un problema sustancial de juventud e inexperiencia, que resulta lógico; sino que principalmente con la falta de convicción política real, plagada de dispersión y fraccionamiento, atizada por arrogancia y displicencia de quienes se han levantado como sus dirigentes; que no es más que un producto de los tiempos de descomposición política, por lo tanto, de un resultado dialéctico de los procesos históricos y sociales, donde el progresismo como corriente política pasa por encima de esta generación de recambio. Llama la atención que estos sectores jóvenes, que vienen a tomar la posta de la administración del modelo, compuestos por profesionales, muchos cientistas sociales, no adviertan cabalmente los procesos políticos, lo que a su vez explica sus errores. Quizás porque su ejercicio político, no ha escapado más allá de una experiencia situada primordialmente sobre el asfalto de las alamedas, con ningún o escaso acercamiento a la evolución real de toda la sociedad.
De allí que los grandes perdedores, ni siquiera es la Convención y sus integrantes, aunque haya habido allí responsabilidad desde los más a los menos notables constituyentes, en aportar al desmoronamiento del proceso particular que implicaba redactar un texto y que se calcula significó un costo de cerca de 20 mil millones de pesos. Boric y su gobierno es de los más afectados y no porque se hayan jugado por hacer campaña por el Apruebo, lo que fue evidente, pero a su vez lógico, por lo que las críticas de la derecha a este intervencionismo, no es más que una práctica habitual y obligada. Con la debacle electoral, Boric, se vio más presionado para ejecutar un cambio de gabinete, de cara a cómo asumir la resaca de la fiesta del 4 de septiembre, que satisfaga a todos sus aliados, reordenar sus colaboradores dentro del ejecutivo y generar las mejores condiciones para las negociaciones con la oposición triunfante. Pero nuevamente la falta de prolijidad y carencia de capacidades mínimas, fue hecho en medio de polémicas, brindando un nuevo vergonzoso espectáculo a minutos de los anuncios oficiales y con un alicaído Boric saliendo a escena, nunca antes visto en un presidente. Con todo, los cambios ejecutados, fueron digitados en el marco de las condiciones impuestas por esos aliados que oportunamente vendrán a operar como tabla de salvación; pero con ello también comenzará a pagar los costos entre sus más cercanos, peligrosamente para el Frente Amplio, que ha mostrado una débil cohesión en muchas partes de su historia.
Pero si el FA ya viene acusando una caída luego de la revitalización que había logrado con la elección presidencial, el PC es quien sale más herido. Dado su aparato partidario, podría asimilar mejor que el FA la derrota, pero desde la mirada política es quien asume con menos elegancia el actuar que tuvieron desde la apertura de la coyuntura. Después del fracaso de perder su opción presidencial con Jadue, ahora debe lidiar con haber asumido el proceso constitucional con todo. Pese a no haber aparecido en la fotografía de noviembre, terminó colocando un discurso en exceso triunfalista, poco pragmático, casi idiota frente a la poca certeza que mostraban las señales. Hipotecó a sus dirigentes, salvando sólo Vallejo por su posición en el gobierno, pero subiendo a Cariola, Barraza, Hassler y un hiperventilado Núñez a la primera línea de la defensa acérrima de una Convención y del texto constitucional, en muchas ocasiones con un sentido bastante desbocado, con argumentos poco consistentes al momento de defender posiciones en el fragor del debate. Esquizofrénicamente se colgaron reiteradamente del discurso de los “fake news” y tras la derrota tampoco asumieron autocríticamente sus errores. Morir con las botas puestas, no siempre es respetable, sobre todo cuando el costo puede tocar en lo interno, en el peso específico dentro de la coalición de gobierno y en sus pretensiones, cuando por lo demás, los comunistas no vienen mostrando ningún atisbo de mover su timón hacia posiciones más populares en lo práctico, quedándose en la línea únicamente institucional. No se puede escupir al enemigo desde un micrófono, si en la arena real no se lucha contra él.
La estocada tan contundente asestada al Apruebo, no estaba en la imaginación de nadie, tanto que la salida a reconocer la derrota por parte del comando del Apruebo, resultó una mezcla de performance infantil, cuando cuatro de sus representantes se repartieron trozos de un discurso (incluidos Cariola y Mirosevic), leído sin ganas y con un signo evidente de abatimiento. Vlado Mirosevic, quizás con algo más de temple, puso la cara en más de un medio, incluso deslizando una primera recriminación, diciendo que frente a la derrota muchos salen arrancando.
Pero tal como dijimos al comienzo, donde hay que poner mayor atención es en la interpretación que no se ha oído en ningún medio, por parte de ningún periodista, ningún analista, ni menos de un político sea del Apruebo o del Rechazo. Pese a la ineficacia del electoralismo, cuando está fundado sobre las bases de un sistema antipopular, la votación por la opción Rechazo dijo algo, que para entenderla en su real significado, debe ser desagregada según las variables que la configuraron. En primer lugar, el momento de agudización de la crisis política sobre la cual navega el proceso institucional. Lo segundo, es la naturaleza que implica un referéndum al colocar una elección sobre una alternativa dual, un Si o No, a diferencia de las contiendas electorales para definir cargos, que dispersa la opinión oculta de los votantes. Y, en tercer lugar, la “incertidumbre”, que significaba experimentar con el voto obligatorio e inscripción automática, que en rigor nunca había existido en la historia electoral chilena, donde el registro electoral se iguala al total de la población habilitada para votar, pero con el aditivo de penalizar el no cumplimiento del “deber republicano”.
En este escenario, con los datos escrutados a la vista, es que el Apruebo (léase Boric y la amplia alianza de partidos oficialistas), sólo logró rescatar de ese nuevo votante, lo necesario para sustituir lo perdido en estos meses de gobierno, donde la desilusión ha campeado y la pérdida de credibilidad en la institucionalización de las aspiraciones del pueblo va en alza. No obstante, es Boric y el Frente Amplio, los que acumulan el mayor desprestigio, aprendiendo tempranamente que la “fama es efímera”, teniendo que pedir agua a los sectores que ayer con soberbia quisieron mandar al asilo.
Pero lo más solapado de la lectura de los resultados es que el Rechazo se desagrega en diferentes formas de sentir del pueblo, que es esta oportunidad no se vio afectada por los desvíos atomizados de las jornadas electorales tradicionales de municipales, parlamentarias e incluso las presidenciales. Sin ninguna duda el pueblo se manifestó en su mayoría rechazando lo que el sistema político es y hace. La incredulidad y el hastío frente a la política que representan desde de la derecha a los comunistas, es claramente la lectura más certera de los resultados.
Incluso, muchos de los que votaron Apruebo, poco creen en las promesas, pero la cultura arraigada en generaciones que vivieron la dictadura, al momento de marcar el voto, les costaría mucho hacer causa común con la derecha. Por supuesto que nadie serio cree que el 62 por ciento ve en la derecha la alternativa, ni siquiera la misma derecha. Los casi 8 millones de votos del Rechazo, se reparten entre aquellos que son legítimo capital de la derecha; pero mayoritariamente la suma de aquellos que si alguna esperanza abrigaron en el plebiscito de entrada, hoy acudieron conscientes del engaño; más los que antes, sin abrigar ninguna esperanza en la clase política tenían la opción de abstenerse, hoy se vieron obligados a votar, encontrando en el Rechazo la alternativa para expresar su disconformidad con la medida coercitiva de un modelo que lo único que aspiraba era mostrar una farsa de participación en el proceso político chileno. La alta abstención que se contaba en las elecciones anteriores, nunca ha sido la burda imagen de una irresponsabilidad del pueblo frente a la sociedad, a sus deseos de dignidad y justicia, de igualdad y oportunidades para todos, incluso de participar activamente si es que su voz no es encajonada en el mezquino y limitado espacio de una cámara secreta. Sólo la estupidez hecha consigna se cree aquello que “al votar somos todos iguales”, por eso el pueblo habló ciertamente con su consciencia pura paradójicamente a través de una opción defendida por la derecha; y si el voto no cambia nada, se ha transformado en una señal potente e insoslayable, que poco o nada tiene que ver con el “librito azul” propuesto.
Se podrán hacer convenientemente los desentendidos todos los que agitaron el plebiscito desde un lado y otro, pero saben perfectamente que lo soñado no resultó; y peor aún, traba peligrosamente la estabilidad política que andan buscando, para dar confianza a “sus superiores”: los grandes empresarios dueños del poder económico.
Este efecto cala hondo en la tranquilidad con que se abrazaron ese 15 de Noviembre en pleno toda la elite política, tal que un indicio entre líneas de aquello, se escapó en las palabras del presidente de la Cámara de Diputados Raúl Soto, a la salida de la reunión con Boric y el presidente del Senado Elizalde, cuando señaló que no se podía repetir lo de aquella noche de noviembre, reaccionando tarde (tras el estallido), que ahora había que actuar a la brevedad, por medio de una amplia política de acuerdos, sin cometer los mismos errores en este proceso que terminó fracasado y trazar una nueva ruta para el tema constitucional. Agregó que no se podía dejar espacio a la inestabilidad y vacío de poder que podía llevar a una crisis. Sello incluso su sentir con que se tenía una segunda oportunidad, probablemente la última y no se la podían farrear. Tal cual, un ataque de honestidad del diputado, que curiosamente no fue muy replicado por los medios y misteriosamente cortado en otros.
Por eso es que el pueblo y los revolucionarios deben tomar nota de lo acontecido, con seriedad y convicción de lucha. El enemigo de clase que representan los partidos agrupados dentro de la institucionalidad, buscarán producir un segundo engaño, una nueva hoja de ruta para frenar la lucha popular por las demandas sociales y aspiraciones de vida digna para todo el pueblo. En eso están desde ya, conspirando para que no se vuelva a repetir un estallido, que los vuelva a colocar en el estado de pánico con que despertaron el 18 de Octubre hace tres años. Ya no tendrán otra pandemia que si bien agravó las condiciones sociales y económicas del pueblo, bien les vino para frenar con el terror sanitario, el fenómeno de agitación de las masas populares. Esas mismas masas pobladoras, son las que se inclinaron por el Rechazo, las mismas que validaron la protesta en la conversación diaria de vecinos en las esquinas y plazas de las poblaciones, que sin un sentido descompuesto de aprovechamiento en saqueos y algunas descontroladas asoladas, no cuestionaron la violencia de esos días, pues se asumió como consecuencia de décadas y décadas de precariedad, desigualdad e injusticia, que el pueblo y los trabajadores han soportado.
El mismo pueblo que por el simple sentido de humanidad, solidariza y respeta la lucha decidida del pueblo mapuche, que ha resistido los siglos de avasallamiento del colonialismo y posteriormente del estado chileno y sus organismos represivos, política a la que se ha sumado el gobierno actual en defensa del sacrosanto estado de derecho que no es más que un mecanismo para perseguir y condenar a luchadores populares, que no necesitan de reconocimientos de plurinacionalidad en textos muertos o de escaños reservados para representantes cooptados y disfrazados de indígenas.
Las mujeres de nuestro pueblo, madres abuelas y hermanas, que han transitado una vida de lucha cotidiana por sobrevivir, construyendo proyectos colectivos y familiares, a solo pulso y esfuerzo, levantándose con orgullo ante la discriminación de clase, sin necesitar de esas limosnas de paridad y sentido de género, que sólo existen en los escritos y el discurso populista.
Los estudiantes, a los que se les ha negado la educación y el conocimiento, sobre todo este último tiempo, donde las consecuencias las van a pagar las próximas generaciones de profesionales de manera aún más dramática, de lo que ya las actuales han tenido que asumir debido a la precaria y limitada formación académica. Después de toda esa década de movilizaciones, levantadas como históricas en la perorata de dirigentes, que sólo utilizaron los púlpitos para hoy encarnar el modelo de dominación, acomodados en los puestos de la institucionalidad antipopular, dejando al movimiento estudiantil por debajo de cualquier reflujo y desorganización antes visto, abandonados y desalojados de cualquier proceso social.
Los trabajadores chilenos y el conjunto del pueblo, tienen hoy, después de años de condena y dominación sin contrapesos, la oportunidad de salir al paso a un nuevo intento por prolongar la tranquilidad de los poderosos. Impedir que la iniciativa la tome la alianza de empresarios, gobierno y parlamentarios, fortalecer sus organizaciones con sentido y proyección de clase, ampliando su campo de acción y aunando sus luchas, sin caer en esa atomización de demandas de movimientismo parcelado que le ha permitido al progresismo posicionarse para dividir la fuerza y el poder del pueblo.
Hay que desbancar y oponerse a sus planes de reponer el camino institucional y el fraudulento proceso constitucional a la medida de sus intereses, con las viejas maniobras de acuerdos nacionales que serán trazados por la complicidad de los partidos que hoy bregan dentro de la institucionalidad, donde el pueblo no tiene representantes legítimos.
Los revolucionarios tienen una tarea inexcusable si es que sus intereses se rinden ante el futuro de cambio del pueblo chileno. Los militantes, trabajadores, pobladores, estudiantes y profesionales, constituidos en un solo movimiento popular con vocación de poder y protagonismo, que más allá de alianzas estrechas y encapsuladas en sí mismas, deben conducirse sobre una sola línea de Rebeldía y Lucha, activos en la protesta y la resistencia, sobre la unidad en la lucha, la organización y el pensamiento popular.
Sólo en la lucha digna seremos iguales,
sólo en esa igualdad seremos invencibles.
Ante la segunda reacción de los enemigos del pueblo
Rebélate y Lucha.
GRUPOS ACCION POPULAR
Septiembre 7, 2022.