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ENTRE LO MACRO Y LO MICRO: EL CHILE DE LOS PODEROSOS Y EL CHILE DEL PUEBLO

Durante las últimas semanas conflictos gremiales y políticos han marcado la noticia. A las movilizaciones de portuarios y mineros (ambos sectores importantes de nuestra economía), se sumó el regreso de las masivas marchas estudiantiles, que tras dos años en las calles aún no obtienen respuesta a las demandas de la educación. Si agregamos otros conflictos y paralizaciones de trabajadores que, con menos suerte mediática, pasan desapercibidos, el escenario político nacional se agita con miras a la contienda electoral de los poderosos y de otros que se ponen a la cola para ver si agarran un trocito de la institucionalidad.

El Bloque Dominante en su año electoral.

El bloque dominante se enfrascó en un debate cuyo blanco de ataque fue el ex Ministro Harald Beyer, quien fue acusado constitucionalmente por la oposición según eventuales incumplimientos a su labor. Si bien la comisión revisora resolvió a favor de Beyer y varias “personalidades” de diferentes tendencias (Concertación incluida) calificaron de un error la acusación que propuso la Cámara de Diputados, el Senado votó a favor de la destitución. Más allá de dimes y diretes entre la Alianza y la Concertación, lo cierto es que más pudo la contingencia política de cara a las presidenciales colgándose de la moda del anti-lucro; y, aunque desde “moros a cristianos” apunten como inaceptable lucrar con la educación, varios recogen con el codo las utilidades en sus empresas educativas. Al fin y al cabo a quién le importa Beyer, cuando lo relevante es mantener o mejorar el negocio, cuya expresión es bastante más que las truculentas movidas de las sociedades espejo.

De las dirigencias universitarias no es mucho lo que se puede decir, puesto que desde hace ya bastante tiempo han venido demostrando la línea política que los conduce, donde lo que realmente está en juego son sus posiciones al interior de la institucionalidad. A nadie entonces debería sorprender que la Confech busque desmarcarse de los candidatos presidenciales, colocando en tela de juicio sus promesas y hablando de posicionar en la escena actual las demandas propias del movimiento estudiantil; cuando al mismo tiempo, por debajo contienen la organización y movilización en un tironeo con otros sectores estudiantiles, privilegiando el acercamiento con aparecidas candidaturas autoproclamadas como “progresismo ciudadano”.

Al otro lado, la situación de los miles de estudiantes endeudados y cientos de trabajadores cesantes de la Universidad del Mar es dramática, sin embargo, han sido utilizados para maniobras que lejos están de defender sus intereses y de resolver sus verdaderas necesidades. En realidad a la clase política y al empresariado poco les importa lo que suceda con ese estudiante proveniente de una familia pobre que mediante el endeudamiento pudo ingresar a estudiar una carrera profesional esperanzado de conquistar un futuro mejor, o la del trabajador cesante que no será reinsertado en ninguna otra universidad, sino que deberá deambular tras un nuevo empleo por sus propios esfuerzos.

Para poner más sazón al espectáculo, la campaña de Golborne “no fue posible”. Poco creíble resulta que a las puertas de definir las primarias en la Alianza, la UDI despida a su mediático abanderado y coloque a un firme representante de sus filas, sólo por el caso de Cencosud y las platitas en las Islas Vírgenes. Menos por una movida de emergencia ante la intentona de crítica al Censo. Esos cálculos se piensan, se estudian y se trazan. No cabe duda que la ingeniería electoral se echo a andar hace rato y las proyecciones de la fórmula aplicada no son al azar. No hay que desestimar la variable Longueira puesta en el ruedo, pues aparte de ser un duro y legítimo militante UDI, su estilo desenfadado y experiencia en el campo poblacional coloca otro matiz al qué hacer frente en la disputa electoral.

Los Conflictos Sociales.

Pero el ambiente en la calle se vive de manera absolutamente distinta a como gustan discursear políticos y dirigentes de moda. Mientras los parlamentarios se pelean por televisión e intentan engañar a los estudiantes afirmando que la destitución de Beyer es la lápida al lucro (no sin el aplauso en la galería de los dirigentes de la Confech), los trabajadores portuarios exigían media hora legal de colación, baños en sus lugares de trabajo y resolver el problema del denominado “trabajo eventual”, en que el portuario recibe un salario dependiendo día tras día de la llegada de los buques, y cuando esto no sucede significa un costo directo de subsistencia para sus familias.

Con un mínimo de sentido común, resulta impresentable que se hable de la cantidad de millones que se perdieron durante el paro, sin importarle a nadie las condiciones laborales absolutamente indignas en que producen los portuarios; más aún cuando, ¿qué más básico hay que pedir un baño o media hora para comer para un trabajador? Cualquier sensibilidad humana debiera bastar para anteponer las condiciones que afectan a muchos trabajadores cotidianamente en nuestro país, sobre los argumentos de crecimiento económico que esgrimen empresarios y políticos. Pero finalmente, apostando como tantas veces al desgaste, se vino la repentina bajada del conflicto, en medio de acusaciones contra algunos dirigentes tildados de “vendidos”.

Y se vino el pliego de demandas de los trabajadores del cobre. Si bien el tema salarial históricamente los ha hecho constituirse en una especie de “elite” de la clase trabajadora, no es menor que las condiciones laborales de los mineros son del todo riesgosas. Es importante dar cuenta de las deficiencias que estos poseen, sobre todo en la prevención del riesgo de accidentes a los que constantemente se ven expuestos, especialmente en las empresas contratistas. Nuevamente el argumento de la prensa, del gobierno y de los directivos de CODELCO, fue referirse a las millonarias pérdidas que trajo consigo el paro. No obstante, estas movilizaciones, al tener un mayor impacto para los intereses económicos del empresariado chileno e internacional, son rápidamente resueltas.

Mucho se critica el manejo de Piñera y su gobierno para hacer frente a los conflictos; sin embargo, de lo que si podemos estar seguros es que más allá de las capacidades políticas de los dirigentes de la derecha chilena, la gestión realizada por el gobierno en el marco de las pugnas sociales no le ha sumado más a la ya deslegitimada “clase política”. La actitud de este gobierno, no es muy distinta a la mostrada por la Concertación durante sus 19 años en el poder, pero estos últimos si podían contar con la acción cómplice de los dirigentes de la CUT y la ANEF, lo que les permitía montarse directamente en la conducción de ciertos conflictos.

La Concertación se reinventa.

La Concertación sigue buscando su reinvención, “adecuarse a los tiempos”, vestirse de la onda ciudadanista y acuñar un discurso convenientemente asociado a mayor justicia social y reformas al sistema político. Aún debe resolver la pugna entre los sectores conservadores y los progresistas en su interior, estos últimos más alborotados por los acontecimientos desarrollados desde el 2011, que además agregaron un contingente de dirigencias progresistas dentro y fuera del conglomerado, con el discurso de una “nueva forma de hacer política”, levantando nuevas siglas que aparentemente se sitúan antagónicamente.

Qué tan nuevas y novedosas son las ideas que hay detrás de esos rostros jóvenes, es atingente preguntárselo en el actual momento. Para la Concertación, arrugas más arrugas menos, lo trascendente pasa porque la línea política basada en el Consenso Estratégico del bloque dominante, siga siendo garante fundamental para la reproducción del modelo y el fortalecimiento del sistema político, donde la vocación reformista que envuelve a las nuevas figuras juveniles tendrá suma importancia. Se busca incorporar miradas innovadoras, ampliar el espectro político de la oposición haciendo uso de un discurso comunicacional contra la derecha y particularmente hoy contra “el gobierno empresarial de Piñera”, bajo el rótulo de la “Nueva Mayoría” encabezada por la carta segura que encarna Bachelet.

Sin embargo, abrir la puerta a esa “renovación” no parece ser muy elocuente, cuando se trata de repartir sillones en el aparato del Estado, menos a aquellos que se han posicionado desde la ola de críticas que responsabilizan en igual medida a los gobiernos de la Concertación y al de Piñera sobre las enormes desigualdades del modelo chileno. Así todo, las organizaciones proclives a esta línea han aportado a la propia reconfiguración de esta coalición; de donde surge la respuesta a la interrogante anterior, resultando que ser de oposición por fuera y ser de la Concertación “no es lo mismo, pero es igual”.

El pueblo: moneda de cambio

Vemos que en Chile se viven dos realidades diametralmente opuestas, expresada en la relación entre lo macro y lo micro. Mientras por arriba nuestra economía crece, mientras se nos habla de pleno empleo y de disminución de la pobreza, por abajo el descontento se acrecienta, las injusticias se afianzan y las derrotas que sufre el pueblo desconciertan a quienes luchan con honestidad por una sociedad donde se pueda vivir de mejor manera. La indignación es suficiente para hacer uso del pueblo como un grupo de presión, pero insuficiente para trabajar por objetivos revolucionarios de largo alcance. Un ejemplo de esto es que mientras la Democracia Cristiana se jacta de las 56 mil personas que votaron en sus primarias, el Partido Comunista y los sectores progresistas se apoyan en la masividad de las movilizaciones para maniobrar sus posiciones dentro de la institucionalidad política, inflando (a ratos de forma descarada) el número de asistentes a las marchas, como si esas cifras fuesen un indicador válido para argumentar una politización del movimiento.

A fin de cuentas, la gente votando o marchando y expresando su legítimo descontento, es usada como moneda de cambio para hacer valer otros intereses. Cierto es que el PC y las fuerzas honestamente progresistas alegan una mayor representatividad de los intereses populares, pero se equivocan al creer que están más cerca del pueblo porque sus dirigentes acompañan a los estudiantes en las marchas o porque sus banderas flamean en cada concentración pública donde se convocan chilenos para dar a conocer sus inquietudes y desconciertos frente a la realidad que les está tocando vivir. Es en la política precisamente donde se develan los intereses de una organización, y quienes pretendan hacer de la palabra “Revolución” no más que un vocablo de moda, usado publicitariamente, pero que su contenido de clase, subversivo e intransigente, pretenda ser trastocado por el “nuevo pensamiento crítico” que busca reformar la sociedad pero no transformarla, permanecerán más apegados a los poderosos que a los trabajadores, aunque aparezcan posando con éstos en alguna fotografía para la posteridad.

A juicio de algunos, esto puede sonar amargo, pero el pueblo que si tiene un pasar amargo mes a mes, ya va sabiendo, poco a poco, a trastabillones muchas veces, que los únicos que así lo piensan son aquellos que se empeñan en seguir instrumentalizándolo para sus fines e inexcusablemente esquivan la tarea de recomponer la fuerza organizada y poderosa para transformar la sociedad chilena, abriendo camino por medio de la lucha a una justa condición social para el pueblo chileno.

Parte y otros que se dicen de izquierda, han alimentado su subjetividad política, incluso apropiándose de una deslavada “vocación de poder” para versar sus proclamas, conduciendo por el peligroso camino de la inserción institucional, apelando a una nueva forma de representatividad y participación política.

La única y verdadera vocación de poder es entender que el pueblo se debe preparar para vencer y no para delegar su protagonismo en la lucha a representantes de nuevo tipo que vuelven a prometer esa alegría que jamás llegó. Para nosotros, muchos de ellos son los “hijos de la Concertación” que aparecen llenos de vitalidad y vienen a recordarles a sus padres las tareas pendientes, las que demandan los intereses de la clase burguesa en Chile.

La ligazón de lo social con lo político requiere de un apego con el pueblo, no solamente desde la representación, la referencia o el imaginario simbólico que este irradia por su historia de lucha y resistencia. Es trabajar palmo a palmo en cada sindicato, población, liceo y universidad, por recomponer lo que el capitalismo se encargó de destruir, es decir la organización y la conciencia más allá del descontento, porque la Revolución y el Socialismo nunca se trató de negarse a todo o de pedirle al Estado que nos resuelva los problemas, sino que fundamentalmente de construir un proyecto político que sea capaz de comprometer concientemente a la mayor cantidad de hombres y mujeres, que estos sean capaces de reconocer sus intereses en otros explotados y asumir la posibilidad efectiva de construir un sistema superior al actual, sentirse dueños y protagonistas de la historia, porque ciertamente ésta les pertenece.

GRUPOS ACCION POPULAR
Mayo, 2013.