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EL HORROR TRAS CUATRO DÈCADAS

Cuesta decir algo a 40 años del hecho político que marcó el presente de nuestro país. No se hace fácil cuando estas últimas semanas nos vimos invadidos por una avalancha de programas, foros, documentales, declaraciones de unos y otros, etc., metiéndose en nuestras casas a toda hora con imágenes de aquellos días, que más que traer el viejo horror, nos remecen con uno nuevo: el que nos muestra en qué se convirtió Chile a manos de los que siguieron vivos y los herederos políticos que han ido fraguando este nuevo modelo inaugurado con el golpe militar.

Del viejo horror ya sabemos mucho, aquel evidente a los ojos de cualquier ser humano que siente o presencia la tortura y la muerte, como medio para asesinar lo que realmente fue importante: la alegría y esperanza de torcer el destino y hacer posible la felicidad de todo el pueblo.

Eso estaba en juego, avanzar al desarrollo de la especie humana en todas las dimensiones que hacen íntegro al hombre, a ese nuevo hombre que empujaba entrar como concepción de vida y sociedad en la segunda mitad del siglo pasado. Aquello es lo que deberíamos traer a la memoria para situar en la vista al frente de las nuevas generaciones, para volver a creer en ese porvenir que motivó a no pocos a luchar, para desde allí sobrepasar y romper con esos mezquinos horizontes políticos o movimientos de nuevo tipo que hoy se intenta poner mañosamente como el único discurso válido.

Nada más inútil que andar revisando las acciones, responsabilidades y errores de los actores, ya sea ayer u hoy. Lo hemos hecho ya durante 40 años y por más que se intente maquillar, a esta altura a muy pocos les es difuso el lugar donde se alinearon, según los intereses y privilegios que querían cuidar.

¿Nunca Más?… a propósito de promesas.

Dejar atrás la explotación no eran los planes de la burguesía nacional y transnacional de aquellos años, era esa la que le otorgaba el estatus que se ponía en riesgo, por lo que no dudó en emprender un camino desde el día en que la Unidad Popular llegó al gobierno, donde el golpe fue un hito dentro del derrotero reaccionario de la clase dominante (como también lo fue el fin de la Dictadura).

Así es, pues la historia no se comprende como un conjunto de sucesos aislados. De la misma manera, la forma que adquieren estos 40 años y el tenor progresista de búsqueda de una nueva legitimidad del capitalismo chileno que permean las próximas elecciones, se inscriben en el nuevo ciclo del capitalismo chileno, que llama a conmemoraciones, excusas colectivas y las redundantes promesas de que Nunca Más. Lo único ingenuo sería confiar en esta última promesa, cuando la historia ha demostrado por siglos, que cuando el poder económico de unos pocos se ve amenazado por un pueblo que busca su liberación, los medios para impedirlo no tendrán límite.

Allende, tu nombre me sabe a dinero.

Lo que este 11 de septiembre tiene distinto a otro, no es el reconocimiento del drama de las familias que nunca supieron lo que paso con sus padres o hijos; de perdonar, de mirar hacia el futuro, o de la oportunidad de sellar la reconciliación nacional. Claramente hemos presenciado como muchos ya se reconciliaron hace más de 20 años y otros nunca estuvieron muy distanciados de los militares que frenaron la “concientización marxista”.

Este 11 de septiembre, la figura de Allende y la Moneda en llamas, terminó llevada al terreno de culto de ese mercado que de todo saca rentabilidad. La competencia por el rating en las televisoras con el documental más inédito, auspiciado por las empresas que hoy explotan a sus trabajadores y conducido por la cara que más vende en la pantalla, ha sido la tónica asfixiante. Ni los programas más puramente faranduleros se han omitido para usar la fecha, para matizar el cahuín de moda entre modelos y futbolistas.

Indefensos espectadores somos ante la variada muestra de entrevistas y testimonios de otrora revolucionarios, que relatan con tal atavío sus hazañas que a su lado cualquier superhéroe de cine resulta una alpargata, pero en el presente su vieja capa y espada fue abandonada por una bien calzada camisa italiana.

Era el momento para hacer seminarios, escribir libros, hacer películas y obras de teatro, cobrando cheques del Fondart para ejecutar proyectos para ampliar la oferta, para dar cuenta de esa demanda creada como bien sabe hacerlo el modelo.

Y aún queda show, por lo que cabe plantearse el desafío de enfrentar el poder del marketing que pretende educar a los jóvenes de hoy, revelando un pasado de “caos”, de imágenes en blanco y negro de niños a pie pelado en el barro de la población, versus caras sonrientes a todo color manipulando pantallas táctiles, como si la felicidad estuviera al alcance de pulsar un botón. De esta manera, no es extraño que a nadie le haga sentido la “unidad” y lo “popular”, relegado a un nombre propio de antaño, vaciado de contenido para las nuevas generaciones.

Aún queda show, pero ya vendrán las elecciones con todo su negocio y Allende volverá a su tumba.

Nosotros nos quedamos con el pueblo.

Las alamedas aún están cerradas para el hombre libre, más lejos está la sociedad mejor. Por eso mismo es que nosotros como una organización política de estos tiempos nos preguntamos, ¿acaso la vida, la dignidad, la razón, la verdad, los sueños, el amor, tienen otro significado que aquel que tenía hace 40 años? ¿Acaso la causa por la que se organizó el pueblo, por la que participó militando o tomando partido por un proyecto, que independiente del matiz socialista y revolucionario que le imprimieran los diferentes partidos, sintiendo que era factible un Chile diferente, hay que catalogarla hoy como una utopía del pasado?

Algunos dirán que sí, los mismos que verán como odiosa nuestra posición. Pero cuando volvemos a mirar de cara al pueblo, sin vacilación reafirmamos nuestra vocación, porque nos reconocemos en la clase popular: en los trabajadores (varios que en estas mismas horas están en huelga); en los pobladores (que cada día hacen malabares para hacer algo más digna su vida); en los profesores (que ahora enfrentan la burocracia y el papeleo para medirse según los parámetros del modelo); en los estudiantes (a quienes les robaron su lucha por el pragmatismo de sus dirigentes); en los nuevos profesionales (que ven frustrada su vocación y endeudada su condición social); y así, en todos los sectores del pueblo.

Por eso nuestra respuesta es categórica: No, no relegamos al olvido la lucha por construir una sociedad nueva, una que sólo no será mejor sino que será completa y superior. Nos comprometimos a ello hace ya varios años, donde asumimos una nueva fase y carácter de la lucha, esa que se desvistió de reniegos, de pugnas politiqueras e intereses roñosos.

Por lo tanto, nos reconocemos en un nuevo proyecto que tiene harto de viejo también, pues se calza honradamente con las vestimentas del pueblo, que pese a las derrotas no le queda más alternativa que alzarse contra su enemigo, que en rigor lo explota y condena más que ayer.

Si hemos de traer palabras del pasado, lo que mejor nos interpreta son los sentimientos del Presidente Salvador Allende, dirigidos en ese instante decisivo a: “sobre todo, a la modesta mujer de nuestra tierra, a la campesina que creyó en nosotros, a la abuela que trabajó más, a la madre que supo de nuestra preocupación por los niños. Me dirijo a los profesionales de la Patria, a los profesionales patriotas que siguieron trabajando contra la sedición auspiciada por los colegios profesionales, colegios de clases para defender también las ventajas de una sociedad capitalista de unos pocos…

Me dirijo a la juventud, a aquellos que cantaron y entregaron su alegría y su espíritu de lucha. Me dirijo al hombre de Chile, al obrero, al campesino, al intelectual…”.

Por eso, GRUPOS ACCION POPULAR se queda con el Pueblo, Porque sólo el Pueblo Hará la Revolución.

GRUPOS ACCION POPULAR.
Septiembre, 2013.