“Cuba, señores delegados, libre y soberana…
… puede hablar con la frente en alta en esta Asamblea
y demostrar la justeza de la frase con la que la
bautizaran: Territorio Libre de América”.
(Ernesto “Che” Guevara en la Asamblea de las Naciones Unidas).
Aunque resulte complejo hablar de Cuba desde territorio chileno, establecer un juicio político justo en relación al proceso real que ha significado la Revolución para Cuba y su pueblo, es prácticamente un deber de todo revolucionario, en la lucha y el debate de ideas. Enfrentar las conjeturas, realizando un esfuerzo investigativo serio, sin por ello caer en desviaciones academicistas, creemos que es el camino para comprender a cabalidad estos 55 años de lucha por la construcción del Socialismo, aquel que nos hermana con Cuba y su Revolución.
Los días martes 28 y miércoles 29 de enero se celebró la cumbre de la Celac en su tercera versión y fue el turno de Cuba de recibir a los líderes de las 33 naciones de América Latina y El Caribe, agrupadas en este organismo internacional cuyo objetivo es la cooperación y la integración regional. La lucha contra la pobreza, el hambre y las desigualdades, fue el tema central que se abordó durante los dos días en los que se extendió la cita. Qué país más propicio para tratar este tema, donde el proceso avanzado de superación del capitalismo, ha hecho posible un desarrollo social inigualable, rescatando la justicia social de los meros formalismos y abstracciones liberales.
Es cierto que parece impensado, si revisamos la historia reciente de nuestro continente, que Cuba además de ser la sede este 2014 de la tercera cumbre de la Celac, sea además el país que haya presidido este organismo durante el año 2013. De esta forma, uno de los más emblemáticos líderes de la Revolución del país caribeño, Raúl Castro, ha sido el responsable de conducir a la CELAC en su condición de presidente pro témpore de este organismo. Por eso es que no es tan sólo un hecho anecdótico el que un presidente de derecha, como Sebastián Piñera, tuviese que traspasar el mando a Raúl adscribiéndolo, ante los ojos del mundo, como presidente y no como “dictador”, como ya se había hecho costumbre en los salones, las páginas y los estudios de televisión pro-Washington.
Sin duda esto último tiene un significado relevante para la Revolución cubana, puesto que pese a haber atravesado por una dolorosa crisis económica durante el “Periodo Especial” (luego de la caída de la URSS y del desmoronamiento de los regímenes socialistas en el mundo) y resistir la hostilidad permanente que la asedia a tan sólo 90 millas de sus costas, hoy ha logrado romper en alguna medida el cerco impuesto por los Estados Unidos, luego del eventual fin al bloqueo en el que se está trabajando con la Unión Europea y el posicionamiento gradual entre los países de América Latina y El Caribe, como una nación que ejemplifica un modelo de desarrollo justo y humanitario.
No son sólo las palabras las que distinguen a Cuba, sino que los porfiados hechos se han encargado de demostrar a través de la historia que el Socialismo es una aspiración deseable y posible para la clase trabajadora del mundo entero. Cuba no se rinde, a pesar del permanente hostigamiento mediante campañas propagandísticas orientadas a alimentar la desesperanza, tratando de influir sobre las generaciones más jóvenes, para desvincularlos ideológicamente con el proceso revolucionario y toda la patriótica historia de lucha y logros de Cuba.
La campaña de desesperanza y de descrédito hacia la isla ha atravesado por diversas fases, y hoy se adentra en una nueva, para lo cual se ha diseñado un “atractivo discurso” que incluso logra cooptar a los más variados sectores de la izquierda. Se dice que Cuba, “mediante el conjunto de reformas políticas y económicas que han comenzado a ser aplicadas desde el año 2010 en adelante (luego del VI congreso del PCC), estaría abriéndose camino a la restauración capitalista”.
Los líderes de opinión del mundo capitalista, encubiertos desde la retórica discursiva de corte progresista que permean a algunos segmentos de la intelectualidad, se han encargado de explicar que esto se debe a “la liberalización de algunos aspectos de la economía en tanto la promoción de la iniciativa privada y la irrupción del mercado, junto a una ampliación del régimen democrático basado en un aumento de las libertades civiles individuales”. De pasada, se potencia la idea de que el Socialismo es la negación de la democracia, del desarrollo económico y de la libertad, por tanto Cuba iría “en el camino correcto”. Todo esto sería bajo el supuesto de que al régimen no le ha quedado otra opción para darle sustentabilidad económica a un sistema “a punto de estallar”, omitiendo que estamos frente a un proceso de actualización del modelo socialista cubano.
Los “argumentos” contra Cuba
Lo curioso de toda la batería de “argumentos” entregadas por el hegemónico mundo capitalista, es que se acusa a Cuba de un pecado imperdonable: negarse a vivir bajo el capitalismo, y por tanto su sistema político es reducido burdamente a una dictadura en que un caudillo está a la cabeza de un partido, que hace y deshace con el conjunto de la sociedad. Lo contrario a ello, sería una democracia capitalista, con dos o más partidos que representan los mismos intereses de clase y que deben realizar los más espectaculares montajes publicitarios-electorales, que se expresan en millonarias cifras, para mantener la idea de que en realidad no son capitalistas ni funcionarios de la clase burguesa, sino que son sólo ciudadanos con vocación de servicio público y que viven holgadamente porque “les ha ido mejor en la vida gracias a su esfuerzo personal”. Eso es lo que los demócratas e intelectuales burgueses reprochan a Cuba.
Acusaciones absurdas y carentes de contenido político real abundan en las redes sociales, como las restricciones para salir fuera del país, considerando que en cualquier país del mundo un viaje al extranjero es privilegio de los sectores acomodados de la sociedad (o bien, a costa del endeudamiento con un banco o una casa comercial). No hay peor barrera que la del dinero, ni dictadura más férrea que la del capital, con una sociedad que alimenta las ilusiones generando falsas necesidades que sólo unos pocos pueden cumplir holgadamente. El espionaje y la importación a territorio cubano de todo tipo de material ideológico contra el Socialismo y a favor de la “democracia” (capitalismo), no pueden ni deben ser tolerados jamás. Restringir los ingresos y egresos a un país bajo amenaza constante, es una medida entendible, por decir lo menos.
Nadie va a desmentir que previo y durante la gran crisis económica de los noventa, la emigración constituyó un problema objetivo, pero del cual se armó una orquestada campaña internacional para decir que los habitantes estaban huyendo de la “represión castrista”; y se omitió el que los navegantes de las balsas, al naufragar en las costas norteamericanas, eran recibidos como verdaderos héroes y que tenían acceso a beneficios que, jamás en la historia de Estados Unidos, ningún residente extranjero haya podido obtener. Por el contrario, si son descubiertos en la frontera con México o si los balseros son haitianos, se les asesina o son deportados a sus países de origen. Quién ha dicho algo, alguna vez aunque sea, sobre la prohibición de realizar vuelos comerciales desde Estados Unidos hacia Cuba por normativa constitucional.
Las acusaciones contra la “burocracia partidaria” que controla el Estado y las decisiones políticas en Cuba, no son más que conjeturas heredadas del liberalismo burgués. O cuando se acusa a un ala del PCC, supuestamente liderada por Raúl, de buscar el retorno al capitalismo (por su supuesta admiración a la fórmula china) con argumentos tan banales como el recorte de beneficios sociales, como si el socialismo fuese una maquina de repartición de asistencia social indiscriminada. Por eso es necesario recordar que el socialismo no es sólo un tema de propiedad, es también la retribución de la riqueza socialmente producida según el trabajo entregado por cada uno, y es acá donde se sustenta materialmente su noción de justicia.
Otra de las críticas en boga es decir que en Cuba no existe la participación, tal como en el papel lo ha propuesto la Revolución desde sus inicios, que las decisiones las toma arbitrariamente el politburó del PCC y más específicamente la familia Castro (la supresión del individuo en aras del Estado y la del Estado en aras de un dictador); por participación se entiende, desde la óptica liberal burguesa, elecciones periódicas para escoger representantes de diversos partidos, y ahora se suma a ello las “marchas ciudadanas” que actuarían como grupos de presión para legitimar decisiones parlamentarias.
Pues, sepan ellos que en La Habana marcharon un millón de cubanos solamente para respaldar la continuidad del Socialismo, que tal como lo explicó el Che, “No se trata de cuántos kilogramos de carne se come o de cuántas veces por año se pueda ir alguien a pasearse en la playa, ni de cuántas bellezas que vienen del exterior puedan comprarse con los salarios actuales. Se trata, precisamente, de que el individuo se sienta más pleno, con mucha más riqueza interior y con mucha más responsabilidad”.
Por eso la Revolución, pese a todo, ha sumado victorias y las seguirá sumando, porque las mentiras aunque sean muy bien organizadas, no tardan en develarse ante los incrédulos ojos del mundo entero. Por esto y no más motivos, resulta incomprensible cuando después algunos le demandan “mayor apertura política”, pues ello esconde en realidad un solo interés: que la Revolución renuncie a su independencia frente a los intereses contrarios a sus lineamientos políticos y económicos. La propia Celac y otras instancias, se han encargado de echar por tierra ese discurso a décadas de ocurrido aquel acontecimiento. El único límite que Cuba ha puesto para su apertura política, es su propia dignidad e independencia como Territorio Libre de América.
El patriotismo como fuerza antiimperialista, el desarrollo de conciencia, la vigilancia revolucionaria, la organización territorial, la capacidad de conducción de los organismos de masas y la correcta dirección política otorgada por el PCC, han permitido enfrentar a los que querían por la fuerza obligar a Cuba a vivir bajo el paraguas norteamericano y pretendían reemplazar el símbolo de guerrillero heroico por el individualismo, la avaricia, la codicia y el egoísmo (que para el capitalismo se llama “emprendimiento personal”).
Es cierto que la aplicación de una política pública acorde a las necesidades de un país en una situación tan especial como la de Cuba, es de por sí un hecho complejo, y que los errores cometidos que afectaron la vida de los cubanos, es decir, los verdaderos errores, forman parte de un proceso de construcción socialista de los cuales la sociedad en su conjunto debe responsabilizarse y no únicamente apuntando hacia los líderes, como ha pretendido la propaganda ideológica del capitalismo para sembrar el divisionismo en detrimento de la unidad.
La actualización Socialista
Si nos ubicamos en la actualidad, y específicamente a la Celac, es posible apreciar como Cuba se encuentra potenciando su ofensiva revolucionaria y ampliando su campo de acción. Por eso dar cuenta de la importancia de que Raúl liderara este organismo, es entender el posicionamiento que la Revolución ha logrado alcanzar en el marco de una desfavorable correlación de fuerzas a lo largo de estos 55 años. Es así que durante los últimos años, se ha levantado bajo la consigna de “preservar y perfeccionar” el socialismo, una serie de reformas que han causado una serie de debates.
Gran parte de la izquierda en el mundo, aunque esta vez nos centraremos en Chile, no ha logrado asimilar el proceso cubano y frecuentemente se ha optado por dos caminos: el de la simpatía a ciegas con el régimen o el de las críticas despiadadas, incluso algunas veces haciendo uso de conceptualización impropia o, digámoslo, propia de la burguesía.
Pero de dónde nace esta tentativa de “reforma” que hoy a traviesa a la sociedad cubana, que ha causado revuelo en el seno de la izquierda, como también expectativas en la elite política y económica mundial. ¿Es posible entender todo esto como el allanamiento del camino para efectuar un proceso de auto-boicot a la vía socialista? ¿Es un acto de voluntarismo claudicante ante el agotamiento de las “energías revolucionarias”?
Como ha sido parte de la tradición política cubana, todos los procesos de reforma y rectificación han nacido de un proceso de debate interno al interior de los organismos estatales y partidarios, pero también en el conjunto de la población. Así durante los últimos diez años se ha reflexionado y puesto a la luz una serie de problemas que afectan directamente la base del proceso revolucionario: las condiciones materiales y el impulso ético del pueblo y sus dirigentes.
En noviembre del 2005 en un histórico discurso, Fidel alertó que era posible la reversibilidad del socialismo en Cuba, causado por los errores propios de la construcción revolucionaria: “Este país puede autodestruirse por sí mismo; esta Revolución puede destruirse, los que no pueden destruirla hoy son ellos; nosotros sí, nosotros podemos destruirla, y sería culpa nuestra”… “Debemos estar decididos: o derrotamos todas esas desviaciones y hacemos más fuerte la Revolución destruyendo las ilusiones que le puedan quedar al imperio; o vencemos radicalmente esos problemas o moriremos”. La advertencia caló hondo al interior de Cuba. Lo que no pudo destruir el hambre, las amenazas, el bloqueo, el asedio norteamericano, si lo podrían destruir los errores internos y la propia inconsistencia.
En ese mismo año, Fidel aclara el programa de acción que deviene de esta drástica advertencia. Para evitar que se frustre el “excepcional proyecto de justicia social” que significaba la revolución cubana, no sólo bastaba la ética revolucionaria, sino que había que agregarle la eficiencia del Estado socialista; no bastaba con la confianza hacia el ideal, sino que se hacía imperativo mantener y perfeccionar la revolución: “(…) muchos han dicho: ‘La Revolución no puede; no, esto es imposible; no, esto no hay quien lo arregle.’ Pues sí, esto lo va a arreglar el pueblo, esto lo va a arreglar la Revolución, y de qué manera. ¿Es solo una cuestión ética? Sí, es primero que todo una cuestión ética; pero, además, es una cuestión económica vital.”
A esto podemos agregar que en la década del 2000, Cuba se ve afectada por el impacto de la crisis económica mundial. Su economía abierta y dependiente de los vaivenes externos genera como efecto la inestabilidad de los precios en las demandas para sus productos, en los servicios de exportación y en las restricciones para obtener financiamiento externo. A eso se suma el impacto de los fenómenos climatológicos, como los 16 huracanes desde 1998 al 2008, que causaron elevados daños a la economía cubana. Y por último, el recrudecimiento del bloqueo económico, comercial y financiero entre 1997 y 2010.
Es este contexto el que abre el camino a un nuevo proceso de rectificación. La dirigencia cubana inicia un proceso de estudio de estos problemas, llamando al pueblo cubano a expresar sus valoraciones sobre el desarrollo económico-social cubano. En diversos espacios de debate popular se generaron una serie de planteamientos abriendo una discusión nacional de magnitud. En el 2009 se recogen y sintetizan una serie de pronunciamientos oficiales, propuestas de acciones, apoyo, sugerencias o críticas, balances y reuniones del PCC, sesiones de la Asamblea Nacional del Poder Popular y diversos congresos de las organizaciones de masas. Se comienza a instalar como consigna fundamental la “Batalla económica”.
Así, luego de permanecer como un debate al interior de diversos organismos de masas y estatales o de los debates cotidianos del pueblo cubano, será la convocatoria al VI congreso del PCC, que guiará la discusión de las soluciones concretas a nivel económico y de las decisiones fundamentales para actualizar el modelo socialista cubano en base a un documento base elaborado por el partido y que tuvo como método fundamental la discusión conjunta de la dirección, la militancia y el pueblo, cuya resolución definitiva se transformó en un programa nacional de cambios: “Los Lineamientos de la Política Económica y Social del Partido y la Revolución”, o más popularmente conocidos como los “lineamientos político-económicos”.
Las resoluciones finales del partido se convirtieron en un hito. Así se resolvió aprobar los Lineamientos con las modificaciones acordadas en el proceso de participación popular; la creación de una comisión para implementarlos y desarrollarlos a nivel gubernamental; la recomendación a la Asamblea Nacional del Poder Popular de la aprobación de cambios jurídicos para respaldar las modificaciones adoptadas; controlar, impulsar y exigir el cumplimiento de los lineamientos al PCC, sus órganos directivos, sus núcleos base y sus militantes.
Rememoramos de forma muy sintética todo este proceso para contrastar las posiciones injustas que se han vertido en este ciclo de transformaciones que hoy se hacen material en Cuba. El actual proceso esta lejos de ser una posición unilateral de la dirección política de la revolución, es una estrategia concreta que se alimenta de las expectativas y reflexiones del conjunto de la sociedad cubana y sus instituciones en un ejemplo real de participación popular y democracia socialista.
A pesar de esto son muchos los que desde una actitud vociferante y con consignas grandilocuentes le han dado defunción a la revolución. Se suma a su ya clásico escepticismo sobre la “democracia y la participación del pueblo” en Cuba, una suerte de fatalismo sobre la línea llevaba a cabo por “la cúpula castrista”, especulando sobre un supuesto camino de restauración capitalista, en base a recetas ya experimentadas por otras experiencias “socialistas”. Se especula a su vez sobre divisiones internas, haciendo eco a las agencias de prensa y los “analistas” internacionales se plantea una lucha de tendencias en la Dirección de la Revolución, donde el llamado “Raulismo” se impone con una mezcla de dureza anti-corrupción (para tapar, según los críticos, los escándalos de la burocracia comunista) y liberalización económica.
Las reformas revolucionarias y el socialismo cubano
Es indesmentible que al interior de Cuba sí existen diferentes tendencias que, desde el debate político, buscan que la Revolución adopte determinada orientación, pero todas ellas persiguen un solo objetivo: la construcción socialista. Los cubanos también han debido imaginar su propia reinvención como país luego de que el campo socialista se desmoronara y debieran enfrentarse a un mundo capitalista en su totalidad, que además los excluía. Exigirles fórmulas marxistas de enciclopedia para ser aplicadas al pie de la letra resulta entonces una aberración hasta teórica en un contexto donde lo primordial es asegurar la calidad de vida de sus habitantes.
Algunos sectores de la izquierda han caído en el juego, se han sumado a los que con marcada intención fuera y dentro de Cuba se han preocupado -como diría Rául en el 55º aniversario de la revolución- de promover la incertidumbre y el pesimismo, ya sea porque ven con desconfianza la iniciativa de la “dirección histórica” de la revolución, o porque ven -equivocadamente- en estas a ratificación a sus propias claudicaciones ideológicas.
Así resulta paradójico que se utilicen como criterios evaluativos modelos, doctrinas y esquemas pre-establecidos, olvidando que todo proceso revolucionario -es más, todo proceso político- se da en los cimientos de una sociedad concreta, histórica y nacionalmente determinada. Los que en Chile se pintan de “ultras”, pasan a sumarse a las filas de esa nueva izquierda mil veces renovada que saluda los símbolos revolucionarios, pero que le incomoda la realidad de la práctica política, sometida a los vaivenes de una sociedad real y concreta. Cada pueblo impulsará hoy o mañana (porque este es el horizonte necesario sino queremos perecer ante la naturaleza destructiva del capitalismo) el socialismo posible en las condiciones de su país, basado en su creatividad y experiencia de lucha y siempre sorteando los enemigos internos y externos a esta única alternativa de igualdad y justicia para todos.
Desde la izquierda emergen criticas al combate de la indisciplina social, al rescate socialista de la noción de igualdad por sobre el igualitarismo y el paternalismo estatal. Esta es la izquierda que por su pereza mental entendió todo al revés. Si todo seguía igual, tal como lo dijo Fidel, Cuba iba directo al atolladero. No se puede catalogar la línea actual como reformista, cuando en los hechos los cambios apuntan a aumentar la eficacia en la base de la sociedad cubana, para dar saltos superiores, para ampliar la planificación, para estrechar cada vez más el mercado y para aumentar la iniciativa de los trabajadores en los asuntos económicos cotidianos y nacionales. Sin este punto de inflexión difícilmente se puede pensar en la preservación del socialismo. Para muchos militantes de izquierda, Cuba debía seguir como estaba como si las revoluciones no necesitaran de puntos de inflexión, de saltos, de adecuaciones tácticas, con el fin de hacer de estas un proceso permanente.
Uno de los aspectos más relevantes en este sentido es dar cuenta de la particularidad de la Revolución cubana y su momento actual, que acorde a un periodo histórico de hegemonía capitalista a nivel planetario, busca seguir construyendo el socialismo en este contexto desfavorable. Por ello, la institucionalidad revolucionaria de Cuba y su organización económica, e incluso su vía para alcanzar la toma del poder, hay que valorarla en sus componentes ideológicos y organizativos que han logrado sostener el régimen y generar una sociedad donde la humanidad ha sido puesta en el primer sitio, durante estos 55 años.
La apertura económica que ha permitido el ingreso de la inversión privada en la isla mediante un estricto control estatal, es el resultado de las modificaciones de las relaciones de producción a nivel planetario (entendido esto como una profundización del capitalismo y no de una crisis terminal del mismo). No se trata de que el capitalismo sea la única alternativa posible al desarrollo de las sociedades (de hecho es lo contrario), sino de reconocer las condiciones económicas objetivas y operar políticamente sobre ellas. El potencial turístico de la isla, por ejemplo, representa un importante sector de la economía que permite, a ciencia cierta, cobrar el impuesto a los extranjeros acomodados que visitan los lujosos hoteles cubanos. Es un método práctico: se les ofrece un mundo capitalista dentro de una burbuja al interior del país. Si bien algunas medidas contempladas dicen relación con un aparente retroceso hacia un modelo capitalista, lo cierto es que más bien se trata de ajustes de acuerdo a las necesidades objetivas de la economía cubana y que sólo han sido posibles dada la solidez de su modelo. Las necesarias restricciones estatales no han cesado y solamente se han actualizado de acuerdo a los problemas actuales que enfrenta la sociedad.
Lo que no comprenden algunos izquierdistas (muy a la moda con sus ropajes progresistas), es que el pueblo Cubano y el impulso de sus dirigentes eligieron una nueva arena de lucha interna, la apertura económica a formas no estatales, la lucha entre los principios del trabajo, de la colectividad y del capital. Se han establecido los nuevos lineamientos económicos con el fin de derrotar las posibilidades peligrosas de determinados mecanismos de mercado, de potenciar la eficacia y la eficiencia económica y dar un salto al perfeccionamiento el socialismo. Es el dialéctico juego de utilizar limitadamente las leyes de la economía de mercado (algo que se arrastraba desde el llamado “período especial”), pero interviniendo a estas por medio del Estado y la iniciativa popular, extendiendo sistemáticamente el dominio del pueblo y del Estado socialista, hasta abolir por completo, en una lucha constante cualquier tendencia que haga emerger el capitalismo y sus descompuestos valores. Es por esto que en este período de reformas, y como lo afirmó todo el pueblo cubano, se tendrán en cuenta las tendencias de mercado, pero con primacía de la planificación, en donde el sistema económico continuará basándose en la propiedad socialista de todo el pueblo sobre los medios de producción (a través de la administración estatal) y rigiéndose por el principio de distribución socialista: “de cada cual según su capacidad a cada cual según su trabajo”
En los asuntos internos de la Cuba revolucionaria, es donde también se hacen hoy material las enseñanzas que el propio Fidel dejará a la hora de definir los ingredientes fundamentales de toda acción política: Audacia, Inteligencia y Realismo. Audacia para actuar sobre el reconocimiento del peligro e impulsar una serie de reformas que causan controversia al estar a veces al filo de determinadas doctrinas socialistas; Inteligencia para encontrar las soluciones correctas y justas en base a análisis certeros, no sólo de un grupo acotado de tecnócratas, sino en la discusión y participación de las amplias mayorías populares; Realismo para hacer frente a un escenario adverso, reafirmando los principios revolucionarios donde sólo el socialismo es capaz de vencer las dificultades, rechazando el idealismo en las soluciones urgentes y ateniéndose (para superarlas) a las leyes económicas objetivas.
La Cumbre CELAC que se acaba de celebrar en Cuba se relaciona directamente con el proceso de transformaciones que hoy vive la nación caribeña, es parte de un nuevo período histórico y político, que marca como punto de impulso fundamental la actualización y perfeccionamiento de la revolución y del socialismo. Para nosotros hay algo más que pragmatismo, y aunque quisiéramos que los cambios fueran más rápidos, el pueblo cubano tiene derecho a dirigir sus procesos con creatividad propia. Y es que el desafío es gigantesco: reforzar la ética revolucionaria, la fuerza moral que ha enriquecido el plano humanista y ha alimentado la conciencia, pero también superar las deficiencias económico sociales que han venido carcomiendo este inmenso avance ideológico que ha hecho del pueblo revolucionario un ejemplo para vastas generaciones de luchadores sociales en todos los rincones del orbe.
Como se expresó más arriba, el sentido con que Raúl definió más claramente la actualización del modelo socialista, es aquel que plantea enfáticamente que nunca más ningún cubano puede creer que es factible vivir en su país sin trabajar. El proceso no ha estado exento de conflictos y debates, pero en un debate gana siempre una idea que luego subordina a las demás ya sea por su exclusión como por inclusión, es decir, por los aportes que puedan generar a la idea central que alimenta una orientación política y determinan una forma de accionar. Es decir Cuba se mueve, se moviliza y se movilizará hacia el Socialismo, sin apellidos democráticos ni variaciones reformistas.
ESTAR CON CUBA, ES ESTAR CON LA REVOLUCIÓN
ESTAR CON LA REVOLUCION, ES ESTAR CON EL PUEBLO.
GRUPOS ACCION POPULAR.
10 Febrero, 2014.