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2006: Lecciones para el movimiento estudiantil

En el contexto en que la crisis de la educación se agudiza, con estudiantes universitarios movilizándose por infraestructura y escolares que quedan expuestos a la mala administración de los SLEP, queremos traer a la memoria un momento de aprendizaje para la movilización estudiantil.

Luego del retorno a la democracia y con un par de gobiernos que fortalecían y daban continuidad al modelo neoliberal instalado durante la dictadura, pocas movilizaciones se habían manifestado con tal fuerza como las que se dieron en abril de 2001, gracias a la organización de los estudiantes que desde 1997 fueron articulando y sumando a más compañeros por medio de paros, tomas y marchas. Este momento dio cuenta de cómo el modelo económico que ahora regía al sistema educativo comenzaba a mostrar sus primeras fisuras, siendo el costo del pase escolar, en esta ocasión, el detonante de las primeras movilizaciones estudiantiles.

A pasos sigilosos los Grupos Acción Popular, estamos aportando en la construcción de organizaciones estudiantiles rebeldes y combativas; el trabajo cotidiano en aulas y pasillos de nuestros liceos y colegios es el que nos ha dotado de una visión acerca del movimiento secundario y su aporte a la reconstrucción del movimiento popular”. Escribíamos por allá en septiembre del 2002 en Voz Rebelde, nuestro antiguo órgano de difusión. Por entonces, organizados en diversos colectivos, fuimos dotando de musculatura al movimiento estudiantil.

La organización estudiantil revolucionaria comenzó a cobrar sentido en muchos compañeros, y tras años de trabajo y rebeldía, se fue instalando a nivel nacional un actor importante para las luchas del pueblo. El 2006 es el año en que estallan movilizaciones que no sólo incorporan a liceos y colegios que se encontraban en los rincones de la ciudad, sino también es cuando se pone sobre la mesa el carácter mercantil de la educación y sus consecuencias sobre la calidad educativa; por lo tanto, ya no se trataba de un aspecto o tema aislado, sino del carácter del sistema mismo y las injusticias que este encierra. Estas protestas, que desplegaron la rebeldía estudiantil y significaron paros y tomas secundarias, vivieron su momento culmine los primeros días de junio del año 2006, mes en que aquel movimiento sufrió su primer gran golpe, luego de que el gobierno, tras varios intentos de institucionalizar las demandas estudiantiles, anunciara “soluciones” que terminaron por dividir y desmovilizar a los estudiantes.

“…Y por cierto, el ministro ofrecerá una mesa de negociación – siempre y cuando se acepte poner fin a las movilizaciones. Su estrategia apostará a que el conflitco se vaya “apagando”, más por el desgaste propio de las movilizaciones que por confianza en el gobierno y sus mesas de diálogo (…) Ya con los estudiantes desmovilizados, su respuesta ante nuestras demandas será una espera eterna, tal como ha sucedido con la alegría prometida por la Concertación hace 16 años…” Así nos anticipábamos en una declaración llamada “Marcha de los pingüinos: ¡Secundarios a la calle!”, escrita en abril de 2006. Y es que esa ha sido siempre la manera en que los poderosos logran desmoralizar y desmovilizar al pueblo en las calles.

Los revolucionarios fuimos testigos de cómo la estrategia de institucionalizar al movimiento estudiantil daba resultado y marcaba la derrota del mismo.

Es por esto, que esta efeméride, aunque nos recuerda un momento amargo para la organización estudiantil, nos invita a tomar ese acerbo para convertirlo en toma de conciencia y rebeldía: el único camino para conquistar nuestras demandas es por medio de la organización revolucionaria, negándonos a cualquier espacio que pretenda institucionalizar nuestra lucha.

La historia de las luchas estudiantiles de nuestro pueblo es un vivo testimonio de cómo la voz de los estudiantes ha resonado con fuerza exigiendo cambios estructurales en la educación. La profunda insatisfacción y rabia arraigada en la desigualdad y el abandono del sistema educativo en todos sus niveles, es y seguirá siendo la razón por la cual manifestaciones como estas seguirán ocurriendo.

Lo importante de todo aquello es comprender que solo la organización estudiantil efectiva, con un trabajo cotidiano, consciente e implacable al momento de plantear sus demandas, será capaz de cambiar la educación desde sus más profundos cimientos, poniendo en evidencia las contradicciones del modelo educativo, y dando sentido al estudio desde la importancia y urgencia popular de construir una sociedad en que la educación se ponga al servicio de las necesidades del pueblo.

La experiencia histórica nos enseña que la institucionalización de las luchas sociales siempre es un callejón sin salida, una trampa que desvía la energía y la voluntad de cambio hacia medios controlados y estériles. La verdadera transformación solo puede surgir desde la organización popular revolucionaria. Tal como lo vivimos en junio del 2006, lo volvimos a vivir el 2011. Tal como lo vivimos el 2011 con la institucionalización de las demandas universitarias a manos de la CONFECH, lo volvimos a vivir como pueblo en su conjunto en diciembre de 2019, cuando la vía institucional y el llamado a un proceso de plebiscito fue apagando la chispa de la revuelta.

Por esta razón, saludamos y llamamos a la organización activa a nuestros compañeros. Es importante resistir a cualquier intento de cooptación por parte de la institución o de los partidos políticos pertenecientes al gobierno, puesto que son quienes siempre traicionan la movilización en pos de sus propósitos y egos políticos.

Aprendamos de los errores de nuestra propia historia para cambiar la historia. Lo que la lucha enseña, jamás se olvida.